Dakinis

En tibetano, “dakini” se dice “khandro” y significa “viajera del espacio”, “danzarina de los cielos”. Se las considera manifestaciones del espacio y guardianas de los estados no condicionados de la mente. Como a otras divinidades femeninas (Tara o Prajñāpāramitā), el practicante las evoca, no como entidades externas, sino como manifestaciones de su propia mente, permitiéndole acceder a estados más profundos.

En su representación arquetípica, las dakinis pueden mostrar un desabrido despecho para romper con los bloqueos y obstáculos. Desenfrenadas, indómitas, libérrimas y no sujetas a ningún hombre, pero con la capacidad de seducir a través de su misma naturaleza, que es la de ser manifestaciones de la vacuidad.

Si Tara es la representación del aspecto más protector del principio femenino, las dakinis se pueden manifestar de un modo colérico. Desde esa energía dinámica (la ira de vajra, que no tiene odio), son capaces de retirar el suelo de nuestros pies y dejarnos en caída libre. Del estado inicial de inseguridad que supone el desvincularse de los apegos, surgirá la apertura. Ese es su modo de protegernos.

A pesar de ser manifestaciones femeninas evocadas y veneradas en el budismo tibetano, lo cierto es que, su presencia arquetípica no ha impedido que la mujer haya estado proscrita dentro del camino espiritual, al ser considerada como ser inferior. Padmasambhava, el fundador del budismo en el Tibet, afirmó que el potencial de las mujeres para alcanzar la iluminación es supremo. Sin embargo, en el ámbito cultural se ha perpetuado la idea de que nacer en el cuerpo de mujer supone un nacimiento menor o inferior para la vida espiritual. La misión cultural de la mujer había de ser la crianza de los hijos y el pastoreo del ganado.

Esta condición, asignada culturalmente, ha impedido que las mujeres practicantes tuviesen acceso a la formación filosófica que recibían los hombres, a la completa ordenación monástica y a los títulos más elevados. Tampoco sabían escribir, por lo que  su memoria y sus conocimientos se diluyeron en el espacio de la transmisión oral.

Michaela Haas describe, de un modo excepcional, estos aspectos en su libro El poder de la dakini” (publicado por la  editorial de Dag Shang Kagyu, Chabsel), en el que presenta la biografía de doce mujeres occidentales y orientales que, a través de sus diferentes trayectorias vitales y de su fiel vocación hacia el budismo tibetano, están contribuyendo a aniquilar la dualidad entre hombres y mujeres dentro de las prácticas y del conocimiento espiritual. Todas ellas son manifestaciones del poder de la dakini que, en palabras de Khandro Rinpoché, encarna el principio femenino de la no dualidad, que desafía las definiciones de género.

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